No era lo mismo. El llegar cada mañana a la puerta y el no verle le llenaba de tristeza. ¿Pero qué podía hacer? Ya no era una cría adolescente. Su destino estaba marcado, y aquel chico jamás se fijaría en ella. Hará dos semanas recordó, que lo vio entrar antes que ella. Después de varios meses sin verle, cuando le vio hacer el gesto de abrir la puerta el corazón le sobresaltó. Le gustó volver a sentir ese cosquilleo en el estómago. Algo tenía que hacer, no podía quedarse así, llegar cada mañana, triste, sin ganas de hacer nada. Verle por los pasillos, cada vez menos e invadirle una angustia y desesperación. Tenía que hacer algo. Así que esa tarde, cuando todo el mundo marchó para sus casas, decidió quedarse un poco más para verle salir. Pero no imaginó, que aquella media hora se iba a convertir en sesenta minutos, así que preocupada por si el autobús dejaba de pasar recogió su chaqueta y se marchó para casa. Tal vez al día siguiente volviera a entrar a la misma hora para coincidir con él. Tenía ganas de verle, de “casi rozarle” necesitaba oler su perfume de la mañana recién puesto, necesitaba que la mirara a los ojos y le dijera buenos días…
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1 comentarios:
El destino hara que se vuelvan a cruzar y ella deje de estar triste , eso lo hará el espiritu de la navidad .
Un beso , cuidese y !!!!!FELIZ NAVIDAD !!! con cariño.
Nancy
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