La notó algo agobiada esa mañana. En su mesa podía ver desde su ventana, cuando se inclinaba un poco, un puñado de formularios aún por fotocopiar. El teléfono no dejaba de sonar y apenas tenía tiempo para poderse sentar. Aquella chica hacía días que no era la misma, desde que se la encontraba en la puerta a primera hora de la mañana, a eso de las 08:00h, desde hacía cinco o seis años. Hacía un par de días que no coincidían y eso le preocupaba.
La primera vez que la vio fue cuando se sentó en la mesa de recepción por vez primera. Javier iba a toda prisa pues tenía una reunión bastante importante. Siempre solía llegar a la misma hora pero ese día el tren se retrasó por una avería. Después de que le tocara el despertador su madre le avisó por dos veces, pero no le hizo caso. Se acostó bastante tarde para terminar de perfilar los informes de la reunión. Estaba a un paso del ascenso y no se la podía jugar.
Al abrirse las puertas del ascensor, al verla, todo lo que llevaba en su mente preparado se le olvidó. Ella estaba sentada, tocando varios botones de la centralita. Se colocó los cascos torpemente y eso le hizo esbozar una sonrisa a Javier. Ella miró para los lados, para ver si la habían visto, pero no vio a Javier parado a unos metros en frente de ella, observándola y admirando su larga cabellera negra, lisa y sedosa. No la pudo tocar pues jamás se le había aproximado, pero imaginó que debía de tener un dulce tacto. Agitó su cabeza como intentando quitar todo pensamiento de ella y se centró en su reunión.
Consiguió el ascenso por su buen trabajo y le pasaron a otro despacho. Estaba muy contento pues había conseguido un aumento de sueldo, pero lo que peor llevaba es que al hacerle el cambio de oficina ya no vería a aquella hermosa mujer que le había cautivado con sus gestos inocentes, su mirada cálida y sus pómulos sonrosados. Era toda dulzura, todo amor. Algo en ella le había calado bien hondo. ¿Ahora cómo haría para verla?, no conocía su nombre, jamás había hablado con ella… Así que a la mañana siguiente se dispuso a esperar en una esquina cerca de la puerta de entrada, a eso de las 07:30h para controlar su hora de llegada. Ese día llegó a las 08:00h, al día siguiente también y al tercer día, al ver que a las 07:58 venía cruzando la calle, decidió cruzarse en su camino. Ella le había adelantado unos segundos, pero aceleró el paso y de, aún no sabe de dónde, le salió una voz varonil que le dijo: “Permítame” Tragó saliva y no supo qué más decirle. Notó que a la chica le salieron los colores. Era tan bonita…
Eran los segundos más cortos de su vida. Al día era el único momento en que la veía. No había posibilidad de que se cruzaran más pues él estaba en una zona y ella en otra. Ni siquiera se subían en el mismo ascensor. ¿Cómo podía estar más de dos segundos con ella? ¿Qué le iba a comentar para romper el hielo? Su timidez le tenía paralizado. Cada día, cuando iba a trabajar en tren practicaba en su mente lo que le iba a decir, le invitaría a cenar… Pasaron cinco o seis años y tan sólo le abría la puerta todas las mañanas.
El día que le volvieron a ascender fue uno de los mejores momentos de su vida. A parte de otro considerable aumento de sueldo, iba a ir al despacho que estaba justo en frente de aquella chica… “¿Cómo se llamará?” Ni siquiera había tenido el valor de preguntarle su nombre. Parecía estúpido. Los fines de semana, cuando marchaba con los amigos al cine o a tomar una cerveza el reloj de su muñeca parecía que no funcionaba. Ansiaba verla, necesitaba para afrontar el día y llegar a la noche oler su perfume recién puesto cada mañana. Su cabellera casi le rozaba el pecho cada día y en cinco años o seis aún no la había tocado. Era una situación estúpida. Una chica de esas características seguro que tenía novio o estaría casada, con algún hijo y feliz, muy feliz. Viviría en una casa a las afueras con jardín y seguro que tendría hasta un perro. Su vida, la de ella, seguro que era mejor que la que él tenía. Era absurdo que aún, después de tantos años no supiera ni cómo se llamaba la princesa de sus sueños. Jamás reuniría el valor suficiente como para pedirle una cita, ni tan sólo, para pedirle la hora.
“Decidido, Javier, no sirves para las relaciones humanas. Es perder el tiempo. Esa chica ni siquiera te mira como tú la miras a ella, ni siquiera coincides ya en la puerta. Será mejor dejar de verla.”
La primera vez que la vio fue cuando se sentó en la mesa de recepción por vez primera. Javier iba a toda prisa pues tenía una reunión bastante importante. Siempre solía llegar a la misma hora pero ese día el tren se retrasó por una avería. Después de que le tocara el despertador su madre le avisó por dos veces, pero no le hizo caso. Se acostó bastante tarde para terminar de perfilar los informes de la reunión. Estaba a un paso del ascenso y no se la podía jugar.
Al abrirse las puertas del ascensor, al verla, todo lo que llevaba en su mente preparado se le olvidó. Ella estaba sentada, tocando varios botones de la centralita. Se colocó los cascos torpemente y eso le hizo esbozar una sonrisa a Javier. Ella miró para los lados, para ver si la habían visto, pero no vio a Javier parado a unos metros en frente de ella, observándola y admirando su larga cabellera negra, lisa y sedosa. No la pudo tocar pues jamás se le había aproximado, pero imaginó que debía de tener un dulce tacto. Agitó su cabeza como intentando quitar todo pensamiento de ella y se centró en su reunión.
Consiguió el ascenso por su buen trabajo y le pasaron a otro despacho. Estaba muy contento pues había conseguido un aumento de sueldo, pero lo que peor llevaba es que al hacerle el cambio de oficina ya no vería a aquella hermosa mujer que le había cautivado con sus gestos inocentes, su mirada cálida y sus pómulos sonrosados. Era toda dulzura, todo amor. Algo en ella le había calado bien hondo. ¿Ahora cómo haría para verla?, no conocía su nombre, jamás había hablado con ella… Así que a la mañana siguiente se dispuso a esperar en una esquina cerca de la puerta de entrada, a eso de las 07:30h para controlar su hora de llegada. Ese día llegó a las 08:00h, al día siguiente también y al tercer día, al ver que a las 07:58 venía cruzando la calle, decidió cruzarse en su camino. Ella le había adelantado unos segundos, pero aceleró el paso y de, aún no sabe de dónde, le salió una voz varonil que le dijo: “Permítame” Tragó saliva y no supo qué más decirle. Notó que a la chica le salieron los colores. Era tan bonita…
Eran los segundos más cortos de su vida. Al día era el único momento en que la veía. No había posibilidad de que se cruzaran más pues él estaba en una zona y ella en otra. Ni siquiera se subían en el mismo ascensor. ¿Cómo podía estar más de dos segundos con ella? ¿Qué le iba a comentar para romper el hielo? Su timidez le tenía paralizado. Cada día, cuando iba a trabajar en tren practicaba en su mente lo que le iba a decir, le invitaría a cenar… Pasaron cinco o seis años y tan sólo le abría la puerta todas las mañanas.
El día que le volvieron a ascender fue uno de los mejores momentos de su vida. A parte de otro considerable aumento de sueldo, iba a ir al despacho que estaba justo en frente de aquella chica… “¿Cómo se llamará?” Ni siquiera había tenido el valor de preguntarle su nombre. Parecía estúpido. Los fines de semana, cuando marchaba con los amigos al cine o a tomar una cerveza el reloj de su muñeca parecía que no funcionaba. Ansiaba verla, necesitaba para afrontar el día y llegar a la noche oler su perfume recién puesto cada mañana. Su cabellera casi le rozaba el pecho cada día y en cinco años o seis aún no la había tocado. Era una situación estúpida. Una chica de esas características seguro que tenía novio o estaría casada, con algún hijo y feliz, muy feliz. Viviría en una casa a las afueras con jardín y seguro que tendría hasta un perro. Su vida, la de ella, seguro que era mejor que la que él tenía. Era absurdo que aún, después de tantos años no supiera ni cómo se llamaba la princesa de sus sueños. Jamás reuniría el valor suficiente como para pedirle una cita, ni tan sólo, para pedirle la hora.
“Decidido, Javier, no sirves para las relaciones humanas. Es perder el tiempo. Esa chica ni siquiera te mira como tú la miras a ella, ni siquiera coincides ya en la puerta. Será mejor dejar de verla.”
9 comentarios:
¡Hola Sra. Claus!,me gusta mucho este relato y me tiene bastante interesada,seguire pendiente de el...si me permite le envio un beso, un abrazo muy fuerte y mil gracias por todo.
Este relato me es familiar..... o por lo menos se parece a una historia que también podríamos contar la mayoría de nosotras/os. Seguiré el relato hasta el final y la verdad es que sería mejor que Javier no se rindiese,o no ???????
Besos helados para la Sra. Claus.
Me alegro de que os guste queridas amigas.
Sin recetas de la abuela, te resulta familiar, ¿verdad? es una historia como la vida misma, a cualquiera le puede pasar. Los días, las horas pasan tan deprisa que cuando nos queremos dar cuenta todo eso han sumado años y años...
Pero bueno, siempre estamos a tiempo de despertar, pararnos un poco a pensar y recapacitar.
Eso es más complicado, pero bueno..., a ver qué tal...
No sé si habéis leído la primera parte, sería interesante que le echarais un vistazo pues guarda relación...
Ya me contaréis...
¡Os dejos que tengo unas cosas en el horno... a ver si os gustan...!
Besos bien helados
Sra. Claus
Que bonito Sra Claus, ese relato me es muy familiar pero al contrario.Lo seguiré con interés y espero que Javier no se rinda
Besos
Sra Claus, me parece muy bonito, eso le pasara a muchas mas personas de las que creemos, espero que tenga un final feliz, besos
Ohohohohhhhhh qué ternura!! Qué tontos somos a veces, somos muy espabilados para algunas cosas y, para otras.... aichhhh!!! Ya me tienes enganchadísima!!
Un besito Sra Claus!!
Hola Sra. Claus me encantan este tipo de historias, es tan real como la vida misma, yo le aconsejo a Javier que se lance y que no mire atrás, si no se quedará sin lo que más adora, aunque si es su destino, acabarán juntos.
Besosssss
Abrazosssss
Aixxxxx, aquí estoy esperando la próxima entrega!!! Me tiene usted con el corazón en vilo!!!!!
Petonets.
Me ha dejado con la miel en la boca,estare esperando la proxima entrada!!
Muy bonito. Javier, luchaaa!!
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