2 dic 2009

Cruce de Caminos

Desde la mesa de recepción apenas podía ver el despacho de Javier. Tenía que levantar un poco la cabeza por encima de su pantalla de ordenador para poder apreciar su cabellera. Sólo cuando tenía una reunión de contenidos le veía ir de arriba abajo por su oficina, mientras explicaba sus ideas a los directivos. Ahí era cuando se giraba para la derecha, apartaba un poco el monitor y hacía como que escribía en el teclado. Ahí era cuando le tenía de frente y podía verle sin que él ni nadie se percatara de tal descarada observación ¿Cuántos años llevaba repitiendo lo mismo, una y otra vez?, ¿Cinco, seis? Cada mañana cogía el autobús de las siete y media. Con el paso del tiempo supo calcular los minutos exactos en el que él llegaba. Era un reloj ese hombre. A las 08:00 en punto entraba por la puerta y ella junto a él. Cuando él abría la puerta y la dejaba pasar antes, en ese transcurso del tiempo, en el que su hombre izquierdo casi pasaba rozando su pecho, dónde podía oler a perfume recién puesto, en ese mismo instante sus pulsaciones subían y sus mejillas se enrojecían. Ahí fue cuando le vio por primera vez, en ese portal. No llevaba más de una semana. Temía llegar tarde así que en sus inicios cogía unos veinte minutos antes el transporte público y siempre tenía que esperar fuera. Así que vencido ese temor, decidió coger el siguiente. Cuando llegó, antes de tocar el pomo de la puerta, por detrás oyó una voz que le decía : “Permítame” Al girarse el desayuno de la mañana le pegó un bote en el estómago. Su sudor era frío en pleno mes de septiembre y sus manos empezaron a sudar. No le salió ninguna palabra de su boca y tan sólo pudo esbozar una sonrisa.
Al día siguiente lo mismo, y al otro, al otro… Al llegar el fin de semana deseaba que el reloj diera las vueltas suficientes para que llegara el lunes… Y así un año, dos años, tres años… Nunca tuvo una conversación más allá del tiempo, hora “¡Hemos llegado por los pelos hoy!” Jamás dentro de la oficina se dirigió a su despacho, ¿Con qué excusa? No pertenecía a su departamento, ¿por qué su camino rutinario de la mesa de recepción a la fotocopiadora y de ahí de vuelta a su mesa tenía que desviarse hacia la puerta de enfrente?. Eran tan sólo veinte pasos, pero con qué motivo podía picarle a la puerta. Qué le diría cuando él la abriera y le preguntara ¿qué se le había perdido por ahí?
Javier era un chico atractivo, poco más mayor que ella, típico ejecutivo el cual admiraba la fama y el subir de escalafón. Seguro que tenía sus metas ya previstas. Dos ascensos en menos de tres años había presenciado Carol. Y justo el último le posicionó en frente de su mesa, justo a unos veinte pasos más allá. Ella agradecía que en los dos o tres años siguientes siguiera ahí, ocupando el mismo puesto. Pero seguro que él se maldecía siempre al llegar a su moderno loft del centro por no haber conseguido otro reto. Seguramente el fin de semana saliera con sus colegas de siempre y se ligara a una aspirante a modelo…, o ¿por qué no? A una guapa modelo y se la llevara de fin de semana a algún lugar de Europa. ¿Por qué le iba ella a picar a la puerta? Apenas en esos cinco años había hecho amistad con nadie. Sospechaba que los que la saludaban era porque al entrar a los despachos era la primera persona que se veía.
Entonces bajaba el puño en alto a dos milímetros de la puerta del despacho de Javier, echaba un paso atrás y se volvía a su mesa, detrás de su monitor de diecinueve pulgadas.
Ahí se quedaba ella, sumergida en cuatro papeles sin apenas importancia y pensando que aquel chico jamás se fijaría en ella… Tal vez debería de dejar de pensar en él y lo mejor que podría hacer es coger otra vez el autobús veinte minutos antes… Sí, eso sería lo mejor…

3 comentarios:

Mandragora31 dijo...

Jolines con los de blogger, y pensar que casi me pierdo la historia, que es lo que estaba esperando con más ansia :D Esos puntitos suspensivos indican continuidad, a que sí? jeje eso esperoooo!!!

Ya me he releído la del año pasado, me gustó tantoooo!!

Un beso enorme Sra. Klaus... y a los duendecillos un refregón de narices jeje (esto de ser fan de David el Gnomo es muuuu fuerteeee jajaja)

Penny dijo...

Sra. Claus, estoy impaciente por ver el siguiente relato, que emoción! ¿Qué bonito es el amor verdad?

Petonets.

Sra Claus dijo...

Queridas amigas,
supongo que el relato seguirá... jijijijiji ya veremos con qué final. Pero bueno, no somos ingenuos y ya que hablamos de fechas navideñas, estamos en un blog "bonito" no podía pasar nada más que.... jijijijijiji no os lo voy a contar
Ya recuerdo Loli cuando me decías que leías las historias con tus hijas y que era muy parecida a lo que te había pasado en verdad... REcuerdo esas palabras con tanto amor y cariño hacia tu esposo.
Parece que fue ayer, ¿verdad?
Besos helados
Sra. CLaus

 
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