23 de diciembre. Eran las 22:00h Esa vez marchó en taxi. Le daba vergüenza subir al autobús con un vestido de gala. Para ser sinceros, no era lógico haberse gastado media nómina en aquel precioso vestido y correr el riesgo de enganchárselo con la puerta del autocar. Al llegar a su destino y bajarse del vehículo dudó cual era la puerta de entrada. Era irreconocible. Aquella puerta de aluminio desapareció dándole paso a una dorada, adornada con guirnaldas verdes y rojas acompañadas de alegres campanas y diversos adornos navideños.
En la puerta, una gran pancarta:
“Cena de Gala. Sala de actos principal”
Veía llegar a más personas. No reconocía a nadie. Era normal, esa noche todo el mundo iba muy arreglado. Los hombres con smoking y las mujeres con bellos vestidos largos. Tragó saliva y decidió entrar seguido de un grupo de cinco personas. No advirtieron su presencia, sería mejor, quería pasar lo más desapercibida posible. Aquella noche tan sólo tenía un propósito y era el conocer a aquel joven apuesto. Al entrar le tomaron nota de su nombre. Todo el mundo pasaba por aquella mesa. La sala de actos estaba totalmente cambiada. Las butacas habían desaparecido dejando paso a una gran moqueta de color turquesa. Era completamente distinto, luces de discoteca, enormes mesas redondas donde en cada una ponía un nombre. Eso fue una sorpresa para ella. Tendría que compartir mesa con un grupo de gente… Como en las bodas. ¿Qué diría? ¿Con quién la habrían puesto? De tanto tragar saliva esta se le había acabado. “Hay que mirarse en el panel” Fue a mirar el número de su mesa. Era imposible saber a cual pertenecía. Había más de 100. Así que cuando vio un hueco se pudo meter. Los nombres estaban por orden alfabético y a cada uno le asignaron un número. Ella no constaba en la lista. Le recorrió un escalofrío por el cuerpo. Sus ojos empezaron a humedecerse. Cómo había podido imaginar que a ella la incluyeran en la gala. No pertenecía a ningún departamento, era simplemente la recepcionista. Miró a los que le hicieron corrillo. Unos se alegraban porque les había tocado con la rubia del despacho de enfrente y otros se maldecían porque siempre le tocaba con el pesado de turno. Miró alrededor, no conocía a nadie. Cómo pudo imaginar que ella formaba parte de esa empresa. Si ni siquiera aquel joven apuesto, en más de cinco años había pasado de abrirle la puerta cada mañana. ¿Por qué se sentía tan estúpida, ridícula? Bajó la cabeza y empezó a abrirse paso. No tuvo problema, parecía invisible, nadie se percató de que emprendía la huída.
Cruzó el pasillo alargado hacia la puerta después de haber recogido su abrigo. Aún no lo habían colgado en el largo perchero. Aquellos ojos marrones ya empezaron a derramar un hilo húmedo hacia el párpado derecho. Entonces, al abrirse la puerta, se encontró de frente con un cuerpo que portaba un traje negro, y camisa blanca con una pajarita atada al cuello. Le dio pudor alzar la mirada, sus mejillas delataban que algo no estaba bien, le daba vergüenza mostrarse así. No encajaba en aquel lugar:
- ¿Tan mala es la fiesta? – Carol no quería conversación. Así que no respondió y se apartó para poder seguir su camino hacia la puerta. – ¿Dónde vas?
- Me marcho. No me encuentro bien.
- No deberías de hacer eso. – La voz masculina sonó sería, con tono desesperado. A Carol no le empezó a sonar aquella tímida voz “Permítame” o un “hoy parece que hace buen día” Pensó que no podía pasarle cosas peores. No quería que la viera en aquella situación, triste.
- ¿Por qué no debería marchar? – Sus ojos se secaron de golpe. ¿De dónde había sacado ella esa pregunta? ¿Cómo había podido tener el valor?
- Porque entonces esta fiesta no sería nada sin ti…. – A Carol, aún de espaldas a Javier, se le escapó un disimulado suspiro. Se secó con la mano suavemente las lágrimas, con cuidado de no desmaquillarse y dispuso a girarse… Era hermoso. Su cabello corto y negro le quedaba perfectamente con sus ojos celestes. Nunca había sabido, en todo aquel tiempo, de qué color eran. Ni siquiera se los había imaginado. Javier le alcanzó la mano y ésta se la devolvió.
- Pasemos adentro… Nos están esperando…
El director le dio la enhorabuena a Javier, por aquella idea tan genial. Había hecho una especie de anuncio de fin de año. Los clientes también asistieron, con sorpresa. Había cámaras por todas partes. Javier había ideado un anuncio patrocinando el producto del cliente. A éstos les encantó que la gente, sin saber que aquellos productos y bebidas que degustaban eran creación de aquellos clientes, disfrutaran, elogiaran, degustaran tan contentos y alegres. Javier les demostró que sus productos eran buenos y por otra parte les propuso una campaña publicitaria digna de las fechas que emitirían las cadenas autonómicas por un precio de risa. Pero Javier no hizo todo aquello para ganarse a aquellas personas ni la confianza de su jefe, sino, para poder conocer a esa mujer que tanto tiempo había soñado.
Hablaron de cosas que no venían a cuento. De la fiesta, las luces, la comida, la idea que había tenido. La música de discoteca, donde todo el mundo bailaba alegremente, al finalizar la noche, a eso de las 00:00h paró de repente. Javier y Carol no se habían despegado ni un momento y en ese instante una canción de navidad, entre balada y campanillas, cantada en inglés, les propuso acercarse un poco más, en un baile cuerpo a cuerpo. Carol radiaba felicidad y Javier se sentía bastante afortunado. Por fin pudo tocar aquel cabello negro que después de tanto tiempo imaginando, al final pudo confirmar que era sedoso. Carol, por su parte, pudo apreciar mejor aquel perfume, tocar su hombro, rozarlo. Alzó la mirada y la clavó en los de Javier. Sobraban las palabras… Estaban enamorados… Por eso…, se besaron… Entre luces de colores, música romántica, previo a navidad, en un lugar mágico… Como tanto habían soñado… Al final, después de tanto tiempo, supieron que cuando los caminos se tienen que cruzar, tarde o temprano lo harán…

5 comentarios:

Lidia dijo...

Buenas noches Sra. Claus, nunca mejor dicho lo de cruce de caminos, y una piensa, y si no hubiera ido aquel dia alli, y si no hubiera hecho aquel curso que tan poco me apetecia y si, y si,...como nos hubiera cambiado la vida. Pero nunca hay que lamentarse siempre seguir adelante y siempre dar gracias por lo que tenemos, siempre hay alguien que lo pasa peor y muchas veces nos quejamos por gusto.Gracias por el relato y besos.

Lasrecetasdeabunany dijo...

Sra Claus es un final super romántico !!!

Tan verdadero , que uno debe estar en el lugar indicado a la hora exacta ; y la magia de la navidad lo hace todo posible !!!

Me ha encantado .
!!!! FELIZ NAVIDAD !!!
Un beso , con cariño.
Nancy

Rosi dijo...

Mi hermana,Lian,tiene toda la razón Sra.Claus... Todo tiene un sentido y un por qué y la prueba está en mi propia experiencia,dejé una vida hecha y me vine a un país lejano y en él he formado una familia,y mi marido y mis hijos me han dado todo lo que se puede pedir en la vida,estabilidad,serenidad y sobre todo un amor que ha podido con todos los obstáculos que hemos encontrado en el camino...
Un beso,

MARÍA JOSÉ FLOR. dijo...

Sra. Claus,. gracias por todo lo aportado en estas fechas tan especiales para todos. Empezando por la música de su blog, las recetas navideñas, el detalle de Navidad con las blogeras.....
MUCHÍSIMAS GRACIAS Y FELICES FIESTAS!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

Marisa dijo...

Muchas gracias Santa Claus, por estas cosas tan buenas que ha compartido con nosotr@s,abrazos y feliz año nuevo

 
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